miércoles, febrero 12, 2014

Víspera

No era ámbar
la mirada;
era la luna
como no la hemos
de habitar nunca.

Y la presencia
era otra;
y los besos
las sonrisas
cuando nos amanecía.

No eran ámbar
las miradas,
ni siquiera
lo era la luna;
era tal vez, no lo sé,
esa miel derramada
en la víspera
de lo anhelado.

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Hemos llegado hasta este punto, arrastrados por el deseo mutuo que nos quemaba bajo la piel, en esto de leernos, hablarnos y escucharnos, y...