Soneto trunco


Jamás he intentado coger entre mis dedos
el pececito rosa que flota cálido en tu boca.
Creo que jamás lo haría, que no lo buscaría
pues me gusta sentirlo jugando en la mía.

Y cuando ya tranquila la noche y los latidos
acerco mi oído a la tempestad en tus pechos
y me dejo envolver por las olas de tus suspiros.

Sé que he podido escapar ileso del naufragio;
pero ¿a quién le puede importar escapar si uno
se siente renacer en esos temblores de vientre?

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