En vano intenté huir de mis sombras, dolores y aflicciones, partes todas de una unidad que a rastras y a empujones me sacaron de un allá hasta un acá, cuerpo y alma a espaldas del viento, el destino o mis decisiones, y hoy hacen de mí este RELIGARE frente en alto y humildad forjada tras mucho tropezar y equivocarme, vivir, perdonar y perdonarme, amar, sentir y ya no quejarme.
La parte de mí que se desgranó dejó mucho del otro bajo tierra, semillas en saco seco y rajado molidas y pulverizadas al sol, estación que me desmembró de angustias, nostalgias y sueños vejados, tullidos y abandonados en pos de un sendero escultor, o alfarero especializado en desastres, un muerto que ya no arrastro por no cargar sobre mis espaldas el lastre de lo que no he podido.
Una mujer frente al espejo cubre sus senos y Dios la observa, pone sus ojos detrás de las manos -la mira, se mira y en ella nace- y desde ahí la invita a aceptarse, pues el molde del que la hizo no tenía por espejo el pudor ni el juicio estúpido de los hombres, tenía frente a sí una ventana, la amalgama infinita de su Creador, un tacto desbordante de amor y la historia del hambre en su mirada.
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