Echabas a diluviar

Tus ojos se nublaban tras los cristales
como tomando por asalto unas nubes;
y en medio de nuestro concierto diurno
te echabas a diluviar como nunca antes.

A veces, nos contábamos sobrevivientes
luego de haber nadado hasta algún pico
cerca de los cielos, donde no había modo
de que echaras nuevamente a llorarnos.

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