jueves, abril 16, 2020

Hasta aquí

Hemos llegado hasta este punto, arrastrados por el deseo mutuo que nos quemaba bajo la piel, en esto de leernos, hablarnos y escucharnos, y aún más y principalmente de escucharnos; de escucharnos en nuestros latidos, suspiros y silencios, forjando a cada instante este vínculo que nos ha hecho un todo inseparable.

He de confesar que llevo tiempo de escucharte e imaginar tus labios pronunciando cada frase preñada de sensualidad, a cada dos por tres, y de sentir cómo la sangre se me alborotaba con cada gesto tuyo al momento de alguna insinuación.

Hemos llegado hasta aquí, querida mía, hasta el lecho que ha desvelado cuántas noches de deseos no satisfechos, esperándote y esperándonos para consumar lo que hoy hemos venido a reafirmar en nuestras pieles. Voy a follarte, voy consumir tu piel en mi pasión, voy a morderte, chuparte y lamerte, hasta que tu ser y mi ser se hagan uno solo en cada orgasmo.

De todos los posibles, he de coger con brío tus cabellos cuando ahonde mi polla en tu garganta y, también, voy a dejarme llevar por la magia de tu lengua sobre mi piel, activando cada terminal nerviosa que desencadenará en ríos lascivos de leche y miel. Haré lo propio, por complacencia y por antojo, y beberé de ti el dulce néctar para saciar salvajemente, tras la embriaguez, la sed eterna de toda la existencia en un instante.

Si hemos llegado hasta aquí, querida mía, vamos a dejar en el combate saliva y piel; y vamos hacernos uno en un tiempo fuera del tiempo, en que tus gemidos y mis desgarros han de sembrar, en los campos áridos de la soledad, un gesto lleno de gloria para la perpetuidad.

Sin dormir

Hay necesidades que no van a ser satisfechas por el simple hecho de dormir, aunque dejes tus sueños para la vigilia. Entonces, cuando despiertes tras horas, días y toda una vida, tendrás que ir a por aquellos y será, a partir de ello, que me sumaré entusiasta a la empresa de tu vida. Será entonces, y a partir de tus besos y desde tus labios, cuando me lance a encarnar tus ansias en delirios, en todas tus horas y sin reloj. 

Será entonces, por ello, por ti y por mí, que nos daremos en fundir las horas y los días y las noches y los tiempos por venir, en la extensión de un sentimiento que no vaya a favor de ningún río, contrariando todas las corrientes, para ser mares y océanos entre besos y abrazos, entre tu sexo y el mío, y entre saliva y lascivia en gracia.

Emprendedores

He llegado a una conclusión, no acabada del todo, de que usted y yo podríamos ser muy buenos socios en más de un negocio. Podríamos empezar por las apuestas; es una buena manera de ponernos a prueba, a ver hasta dónde llegamos y cuánto de confianza depositamos el uno en el otro.

Claro que existe la posibilidad de perder; yo empezaría por unos besos, por los de menor cuantía, y de ahí en adelante ir agregando ceros a cada nominación. Empecemos con diez, con cincuenta, con cien. Vamos saltando ganancias, cuadros, escenas, cenas, debates y plusvalía.

Luego ya, sigamos por inversiones de riesgos a corto plazo. Una noche en mi cama, otra noche en la suya. Desayunos compartidos, y si quiere, fuera de casa también. Podríamos poner sobre la mesa, de buenas a primeras, todo lo que va de nosotros en cuanto a expectativas.

De entrada, primero la escucharía con atención, y ya luego, le daría un cheque de confianza como para poner a andar nuestra empresa, sin prisa pero sin pausa, y con todos los privilegios que llevan de sí mi garantía. Usted, si es inteligente, sabrá apreciar en cálculos las generosas ganancias.

Así pues, le dejo unos días y sus noches para que lo piense con su almohada, entre sábanas urgentes y sueños ardientes para que lo vaya analizando hasta dentro de una semana. Hasta entonces, la dejo con sus ganas, pero pensando en sus réditos.

Un beso en la frente, y si lo cree oportuno y ya tiene alguna respuesta, tiene mi número. Espero su llamado.

De buenas a primeras

De buenas a primeras, hoy toca azotarte el culito y darle placer a tu coñito hasta reventar. Pero no solo hoy, mi pequeña; también tocará mañana y pasado mañana y el fin de semana y la semana próxima, y la otra y la otra y la otra.

Porque si hemos de entender bien el feliz fornicio, vale igual una por otra, y así, hoy hemos de follarnos, hacernos el amor o cogernos de pe a pa, con ánimo o sin él, pero con la idea fija a toda hora. Pues sí, y es que a mí me gusta así; pensarte todo el día, a cada rato, y sacarme la polla a dónde dé y jalarme hasta sentir que el alma se me escapa en cada orgasmo.

Luego vendrá ya la tarde y también seguida la noche, al rato vendrá; entonces echaremos manos a doquier y me aseguraré de que no quede rincón, sombra o sentimiento sin que sepas lo mucho que te anduve extrañando, cuando lejos de ti andaba. Sabrás y sabremos los dos, de qué metal o madera noble están hechos nuestros deseos.

De buenas a primeras, veremos nacer de nuestros besos nuevos labios y de cada muerte pequeña estas ganas locas de vivir y vivirnos en cada abrazo; veremos, cuando ya no haya nada para ver, de qué color son los gemidos, los arañazos y las mordidas, o veremos también los desvelos todos y la desgarradora e infinita sed de nuestros instintos.

Quiero verte desnuda

Quiero verte desnuda y sonriente, y llenarte la boca de poemas sin palabras hasta los excesos, sin faltas de ortografía pero con una lengua inventada para no callar.

Quiero tomarte por asalto y vaciar la caja blindada de tus ganas de darnos hasta por los recónditos lugares sin nombre, y dejarte con las piernas temblando de sueños y flores de tanto copular.

Quiero beber de tu beso una verdad y una treintena de poemas obscenos que me quemen la ropa después de venir de naufragar de entre tus sombras, con los labios candentes y un anhelo sin fecha de caducidad.

Quiero hacerme con tu saliva y rubricar todos nuestros acuerdos con una mirada de esas con filo de matar, aunque esa muerte sea muy breve y no sobrevenga sino hasta después de cada estallido de nuestros desenfrenos de lubricidad.

Espuma de cristal

Voy hacia ti engolosinado por tu verbo y me detengo en el umbral de tu sexo, ¡ah, ese tibio manantial de mis excesos!, y te beso. Te beso con una palabra, con la mitad de una frase supurante, con mis deseos contenido en una mirada, echando espuma del cristal de primera estrella o con la voluptuosidad y fragilidad de un paladar hecho al sabor de tus deseos; con el miembro afilado en punta como una estaca, con mi locura, con la tuya toda, respirando de tu aliento y naufragando en tu silencio preñado de gemidos pronto a estallar cuando al fin te penetro.

Me deslizo suavemente, firme, vigoroso y contenido en lo más cóncavo de tus suspiros; me hago a las formas de tu piel como el fuego se hace a las del viento; me enciendo de cuerpo y me vierto inefable en tu cuenco de barro; me deshago, me hago polvo, me disemino en lo más hondo y te nombro. Me quedo en cada vocal de tus latidos, en las de tu pecho agitado, en las de tu vientre bravio y reposo, bajo tu aliento reposo y respiro; me reincorporo, doy con tus labios entre mis besos y vuelvo al acecho. Te adoro, te devoro y me corro nuevamente; me quedo dormido, exhausto, vacío del revés y lleno de ti por siempre.

Muérdeme

Muérdeme sin piedad; que lo que hasta ahora era llamado dolor, por ti será rebautizado como placer. Muerde y desgarra cada uno de mis antojos de ti y quédate con mis deseos entre los dientes. Hazme sentir que el infierno también sabe a besos con ardor eterno.

Muérdeme sin contemplación alguna; que tus labios encubran el más bello delito de amor jamás cometido. Muerde a discreción y sin el más mínimo gesto de devoción; y que la piel toda se me encienda con tu saliva y no me dejes caer en la tentación, donde tus labios me hieran de ausencia.

Muérdeme las palabras aún antes de nacer y no me dejes caer al ruego, desde la punta de mi lengua, y hazte con mi saliva entre tus piernas o quédate con mi alma toda, en las profundidades celosas de tu sexo. 

lunes, abril 13, 2020

Es menester, amiga mía

Es menester que nos hagamos con las estaciones; que tomemos las noches por asalto y, desnudos, le enseñemos a la oscuridad la libertad que esplende adentro de nosotros.

Es menester que nuestros labios se partan contra los muros de la soledad y nuestros cuerpos le enseñen a la ausencia el rostro triunfal del amor, consagrados eternos a los deseos.

Es menester robar una flor, en el jardín cansado de las horas, y desgarrarnos las vestiduras debajo del ventilador de las convenciones austeras y mezquinas que nos condenan.

Es menester, amiga mía, que pongamos a rodar el universo pleno de los placeres por debajo de nuestra piel, cuando el silencio todo nos invade en forma de torbellino entre las venas.

Algún día dirán

Algún día dirán, quizás en unos cien días, que los poetas de nuestros días hablaban mucho del amor a la distancia por culpa del maldito Facebook.

Mientras, yo seguiré escribiéndote a ti, sombra que empañas mis días, sea por la comida siempre a destiempo, la camisa mal planchada o tu desfachatez cotidiana.

Ciertos es que otros hablarán de los dones del sueño en vida; del andar todo el día como flotando por sobre nubes, con el sexo siempre erecto o caliente a punto rocío. Pero yo no; no me sale.

En cambio a mí me saldrán versos como por obra y gracia de lo divino, con el perfume de todas las flores que plantaste el otro verano; o con la aspereza de tus manos de mal costurera.

Haré por pensar en bellas rimas, pero al momento me acordaré de tus rodillas de estacas. Querré decir esto por aquello, como hacen los que saben, y no podré hablar más que de tus quejas de a diario.

A veces se me da por imaginar la posibilidad de un mundo más bueno; uno en el que, por ejemplo, tú y yo seamos de esos amantes perfectos, cada uno en su casa, y del otro lado de un monitor.

Pero es la vida, amor. A nosotros, a estas alturas, ya no nos salvan ni redes sociales ni los domingos en comunión; ni las máscaras elegantes ni la fusta del cotillón. Nada, podría asegurar que nada.

Yo no quiero

Yo no quiero a la que vuela; pero tampoco quiero a las que prometen hacer de mi vida un paraíso o llevarme cada noche a tocar las estrellas, cuando desde lejos se les nota las raíces saliéndoseles por entre los tacones.

No quiero a las que amenazan con una imaginación prolífica en perversiones y deleites sobrehumanos, y luego son deficientes para verbalizar aunque más no sea un beso capaz de cruzar un charco; las que dices amar como ninguna y dejar rastros imborrables mejor que nadie antes.

Yo no quiero a esas que tapan sus temores e inseguridades con escotes temerarios y músculos de Venus al borde del hambre; ni tampoco a las combativas, de esas que pelean por todos y nada, a cada hora de la jornada.

Yo no quiero a una mujer pájaro con mariposas histéricas en la panza; ni las quiero light, bajas en grasas, bulímicas, atropelladas o desquiciadas por el amor ausente de sus padres, en la fila triste de cualquier supermercado.

Yo no quiero a una santa, a la preferida de la casa, al mejor promedio de la promoción o simplemente a la abogada desencantada, ni siquiera miro a la que se conforma con tenerlo todo a falta de no tener ni un alma.

Yo solo quiero, y en esto puedo sonar pretencioso, tener a mi lado a una mujer que no le importe ni carajo tener dos tetas en vez de alas, un coño sabroso y jugoso más que un par de mariposas en la panza, y que, principalmente, no huya del perímetro de la cama cuando, después de los besos, chupones y lamidas, me escuche pronunciar, entre quejidos y ronquidos, los nombres de todas las que no he querido.

La noche está fría

La noche esta fría, amor; fría como la ultima vez; como frías nuestras sábanas después del amor, cuando ya ha pasado mucho de nuestras últimas lágrimas después del adiós. Fría como nuestra piel, como el vacío que nos crece aquí adentro, más allá de la distancia.

La noche está fría, amor, y los recuerdos compartidos ya no llegan a arder en nuestras almas, como cuando le ganábamos terreno a la desidia. Hace frío como cuando el silencio se hacía entre nosotros, como cuando no nos alcanzaba para ser, como cuando no nos encontrábamos en medio de nuestras necesidades.

La noche está fría, amor; y los libros y canciones, las melodías y estaciones, que nos acompañaron nuestras horas, también. Porque aunque duro sea, todo se nutria de esa forma cómplice con que crecíamos en nuestro ser. Todo yace allí, ahora y al descuido, recordándonos lo que un día llegamos a ser.

La noche está fría, amor; y quién como nosotros para abrigarnos del mundo, como cuando todo se desmoronaba a nuestro alrededor y cantábamos indolentes, y nos amábamos furiosamente, porque no había más templo ni Dios, que el gesto divino de nuestros cuerpos en las llamas del amor.

Me pasa, pero no

Me pasa a menudo que te quiero a mi lado, encima o debajo. Me pasa que mi deseo me arde en el pecho y aún más abajo de la cintura, donde tu cuerpo y el mío se hacían uno en la travesía del instinto. 

Me pasa que te siento ahí donde ya no estás e inclusive allí donde nunca estuviste y me gustaría que estuvieses; en cada rincón de casa, donde el eco de tu ausencia te llama a gritos y me retumba en el alma, cuando mis ganas de ti me toman por asalto. 

Me pasa en los días de lluvia, como el de hoy, pero también cuando la luz invade cada uno de mis desvelos, cada uno de mis pensamientos y mis recuerdos, cada uno de mis anhelos. Me pasa, pero no me terminas de pasar, porque quizás nunca pasemos de necesitarnos el uno dentro del otro.

Solo necesito

Quizás solo necesito de un gesto, de una palabra, mía o para mí, de unos labios o de tan solo un beso del cual aferrarme para no caer, para no terminar de hacerme trizas contra el suelo o más allá de este infierno de la cotidianidad.

Necesito de unos ojos, no de unos ojos sino de una mirada que me haga de espejo y me devuelva reconstruido o en partes, que me rescate desde lo hondo de un pozo y me rearme en mis recuerdos de niñez y en mi inocencia primaria o me deje con olor a tierra húmeda bajo las uñas.

Quizás solo necesito un poco de ese todo que me está abnegado. Tal vez solo quiero del beso que hay tras los besos, de la ternura tras lo obsceno, del amor tras la lujuria, del desgarro tras la soledad, del silencio tras los desvelos, de la esperanza tras las heridas.

Quizás quiero, quizás no quiero, quizás debiera, quizás acaso ni lo desee; pero es lo que más necesito, lo que más, aunque pudiese llegar a tenerlo todo: un gesto, una palabra, un beso..., y quizás la nada misma.

Yo también te quiero

Y ahora vienes con tu insensibilidad a flor de piel y me lanzas a la cara un 'te quiero'. Yo también te quiero. Hay días en los que te quiero lejos de mí; que me quisiera lejos de tu capacidad de hacerme tanto daño; lejos del día y de tu luz o de lo abominable de tu oscuridad cuando no hay luna.

Pero también hay días, y mucho más de noche, que te querría sometida a mí; estrecharme en un abrazo a tu sexo y arder en ti; sentir que alguna vez, cabe la posibilidad, me pierda en tus gemidos, tus alaridos, tus sollozos o en tu ahogo de mí. Hundir el tallo de mi bosque en llamas en la profundidad acuosa de tus ansias de mí.

Y mañana, si me tocara revivir nuevamente esta maldición que me purifica de cuerpo y alma, vendrías a mí, pasarías de mí, y me dejarías en el rastro de tus cabellos un 'te quiero', un beso y adiós.

Déjame

Déjame adivinar el beso próximo, sentir la incertidumbre propia de la piel cuando estás cerca, cuando me asalta tu mirada y tu silencio me devora.

Déjame hacerme a la espera impaciente, a la sombra voraz que se absorbe en tu beso. Ven a mí y rómpeme en todas mis formas; deja que mis labios se hagan agua en ti.

Déjame loco, más loco que de costumbre y hazte a mi piel, y déjame que me haga a la tuya; que nos encontremos donde mi noche se hace a tu día, cuál besos que se disuelven en la luz.

Déjame varado en una intuición de ti; y deja que vaya despacio a tu encuentro, a confundirme en el manantial de tu sexo, cuando la hora de los excesos suene agitada dentro de nuestros pechos.

Déjame, pero por toda la gracia divina que brilla cuando nos hacemos un solo cuerpo, no me dejes; no te atrevas siquiera a ser en otros cuerpos, cuando mi alma se haya acostumbrado, al final, a la embriaguez de tu veneno.

viernes, abril 10, 2020

Por ti

De tu mano nace mi piel a ratos, cuando te posas frente a mí, a mis espaldas, o como cuando dejas caer la noche y le abres a tajos todas mis heridas. 

Por tu voz conozco el día y la luz con su filo de muerte, cuando el orgasmo me lleva a la agonía entre tus piernas o cuando tu beso me roza el costado urgente. 

Por ti mis horas o el instante en fuga, la caricia que me renace o me deshace cuando tus senos o cuando por vez primera voy hacia ti y me difuminas con tu mirada. 

Por ti y en ti, cántaro que el sexo rompe, vivo como la sobra que tu aliento exhala y muero si bien tu olvido me echa entre las fisuras de algún huérfano silencio.

Hoy te busco

Hoy te busco en una habitación sin sentido; en el anverso de una mirada que te desnudaba de toda amarra y te ponía a echar brincos sobre mis ganas de ti.

Hoy te busco en mis rincones latentes, en mi piel con sabor a ti cuando te fugas tras los orgasmos, cuando te vas y te vienes sobre mí.

Hoy te busco en la superficie de mis labios y en la profundidad de mi lengua, cuando tu sexo corría dentro de mí para alcanzarte en cualquier esquina del cuarto.

Hoy te busco en los espejos; en el espejo roto en mil pedazos en que me he convertido, cada vez que te vas y ya no me escribes ni me haces el amor en tu entrega.

Hoy te busco en tus besos que me urgen, en tus piernas interminables, en tus rodillas de puñales contra mí; te busco inalcanzable, perfecta, sucia, pervertida y zorra.

Hoy te busco permanencia; con cuerpo de hogar y espíritu de fuego, donde matar el hastío y reivindicar la vida en un instante, en todos los instante, incluso en la eternidad de tus palabras.

Hoy te busco cómplice y ramera, puta y compañera; desorientada y rescatada en mí, entre mis abrazos, y en una sonrisa que se desvela por renacer, en el dominio de todas mis noches, como cuando tus manos se alzan en vuelo en plena revolución de los cuerpos.

Usted y yo

Usted y yo solemos vibrar con las mismas notas. Yo llego hasta sus labios hecho pedazos y usted me reincorpora y reconstruye de un solo beso. 

Su piel viste con elegancia la tibieza de mi saliva y, próxima al éxtasis, su ojos de maravillas se devoran de un golpe de pestaña el paraíso. 

Usted. Yo. Ya no sé cómo precisar el alcance de su onda expansiva. Usted, yo, nuestros sexos; el milagro de nuestro encuentro, la armonía de nuestros huesos, la locura de nuestros excesos. 

Usted y yo hemos sucumbido tras la hecatombe de nuestros sentidos. Por donde ande, después de andarla centímetro a centímetro, a cada paso, a cada detalle y destello en mi día, me remito, incontenible, a su presencia mezclada con mis delirios.

Y entonces

Noche tras noche me sigo adivinando bajo el vientre claro de tus antojos; entonces beso a mi suerte en los labios y te me partes como un cántaro de lujuria, te vienes sobre mí y en mí, y me voy en ti, contra todo pronóstico de lluvias y aún con los de sequías. Te me haces tierra húmeda para mis semillas.

Hace tiempo que me llamas; que me escribes a fuerza de savia tibia y mil delirios. Te leo y mi espíritu se me hace carne y se me hace pila de nervios; se hace canal desbordado por venas infladas y te penetro, cerca, próxima y lejana, presente y ausente. Te me haces deseo a cada palmo de mi cuerpo. Te me haces hambre y sed y ansia eterna por escapar de este mundo y descansar en ti, infatigable.

Noche tras noche, pero también en el cenit de cada día, tus labios y mis labios desdibujan el contorno de nuestras bocas; nos devoramos a plena luz de nuestra vida. No importa si tu marido o mi mujer llegan antes a casa, si la rutina nos prepara una fiera embestida o si las carroñeras aves de los diarios nos dan caza. Nunca, pero nunca, ninguno de los dos renunciará a la hoguera que enciende nuestra entrega.

No importa ya si es en tu casa, en la mía o en un frío cuarto de hotel. No importa si es en una plaza, en un parque o en los baños de algún café; tu sexo dará de lleno con mi sexo, tus senos explosivos con mi lengua y, en la incandescencia de nuestros suspiros, tus caderas se fundirán en una extraña aleación con mis manos. Y entonces, ya no habrá puerto, ciudad ni pueblo, en ningún rincón de la tierra, que no cante en rigor el himno fatuo de nuestro amor.

Ando queriéndote

Ando queriéndote como se quieren las bocas con hambre cuando se juntan, cuando se comen las unas a las otras en el ardor de los amantes, cuando se gustan y se persiguen o como cuando se siguen y se dan caza.

Ando queriéndote como se quieren las sombras con los excesos, más allá de los aprietos; como andan los pájaros copulando con los vientos; como se quieren los ojos cuando coinciden en las miradas.

Ando queriéndote como se quieren los que realmente se quieren; como los que se rompen el alma en un beso, en las diez mil y una caricias de los cuerpos, en el éxtasis de los sexos, en los suspiros que nos dejan con las prendas por el suelo.

Ando queriéndote como se quieren los sueños más allá de las distancias y de los tiempos. Queriéndote a labios partidos, secos de necesidad y urgencia, como los pensamientos que se afilan en el rigor de los deseos.

Ando queriéndote como a lluvia de verano y como a escarcha de invierno; queriéndote a rabia y a desconsuelo cuando me faltas, cuando te quiero por debajo de mis caderas o por encima de todos los cielos, o cuando el paraíso asemeja al vuelo de mis manos entre tus cabellos.

Sé que anoche

Sé que anoche fuiste por ahí del brazo de otro distinto a mí; pero sé también que anduviste por ahí conmigo en tus pensamientos, recordando cada una de nuestras charlas, haciéndote a la idea de que era conmigo con quién estabas.

Sé que anoche fuiste a dar con otros labios, no mejores ni peores pero simple y definitivamente otros; sé que tus labios en sus labios me buscaron y sé que tu piel vibró como cuando antaño, quizás, pero sabiendo bien que no era a mí a quien te entregabas.

Sé que anoche y en tu cabeza, mientras con él hablabas, era conmigo con quien lo hacías, más suelta y en confianza, sin pensar en tomar ventaja para dar el salto, porque tus saltos en mí eran todos con una red de contención, entre caricias y besos.

Sé que anoche fueron a dar entre sábanas frías, tu cuerpo que en otro tiempo fue parte del mío cuando la entrega, y su cuerpo que jamás llegarás a sentir como al tuyo propio; porque -¡digámoslo, amor!- la hoguera que entre ambos se encendía jamás pasión alguna igualará en sus destellos.

Sé que anoche, después de regresar a casa, luego del beso de despedida y al colocar la traba, te has echado a llorar, ¡oh, niña en pena!, contra la pared que en otros tiempos fue fiesta para nuestros cuerpos, deseando no volver a pasar por esto, o pasarlo sin ya pensar en el recuerdo.

Vos supiste ser

La cosa es que, por muy diferente que otras mujeres se crean, me ha bastado con conocerte para saber en qué consiste eso de la radical diferencia entre el universo y tu esencia, lo inusualmente inolvidable de tu ser o lo desesperadamente inalcanzable de tus formas. Y es que vos, sin proponértelo siquiera, has sido todo eso en que las demás han hecho agua con promesas de esto u aquello.

Vos has sabido dar la estocada con precisión y ser luego la cura para cada una de mis heridas. Has sabido cuándo ser y llegar hasta mí, como una santa pervertida y dominante, y cuándo como una abnegada sumisa. Has sabido saberme cuando, desde antaño, el misterio ha hecho nido en mi alma, cubriéndome desde lo bajo con un manto de oscuridad y silencio.

Apático a la belleza física, pero también a la del alma, contigo y en ti tuve que reformular todos los conocimientos consabidos; tuve que hacerme mago y alquimista y hasta brujo entre conjuros; inventar y anular nuevos ciclos para la fecundación, y cuándo poder y deber hacer de tu vientre un terreno hostil para lanzar mis semillas; eso, entre toda una multitud de otras muchas cosas tuve.

Y a decir verdad, todo lo hecho y por hacer entre los dos ha sido lo que yo llamo ser diferente, realmente diferente; pero también, lo que te ha hecho única e inalcanzable para el resto. Nada de bajarte una luna de queso o hacerte tocar las estrellas del firmamento; eso, eso podría hacerlo cualquiera sin ser necesariamente diferente.

Vos has marcado la diferencia enseñándome que el mundo apartado a unos cinco centímetros de tu sexo no importa un carajo o nada; que las noches y los días no son más que un vestido para lucir tu desnudez en flor y que las gentes, que pasan y rondan próximas a los dos, no tienen caras ni nombres, sino que son un motivo simple de vulgar distracción.

Tú has sabido ser, en definitiva, cismo y grieta profunda, el pecado mortal y el juicio final, las lágrimas de sangre y la redención al llegar la mañana, la maldición de todos los cuerpos y la bendición de mi alma entera, el beso extorsivo y la mordida vengativa, la serpiente con piel de fuego y la manzana podrida, el paraíso más corrupto y el infierno más pulcro para mi cadáver definitivo. Todo eso y más has sabido ser para mis sueños de vigilia.

¡Dime!

Vamos a ver, guapa, ¿desde cuándo tengo que poner a prueba mi amor por ti? ¿Es que no te alcanza con verme andar como un tonto, prendido a tus cincuenta kilos de pura poesía, haciéndome lugar entre tus cabellos de girasoles y tu sonrisa de margarita, dispersa toda más allá de mi cama?
¡Vamos, niña!, que sabes bien eres mi cielo preñado de tormentas, mi manotazo en el vacío cuando me acuerdo de tu boca, que no doy pie con bola cuando te echas a reír y me dejas a un costado de tus sombras, que me descalabras los días y las noches, cuando tu sexo enciende la mecha y dentro mío explotas.
¿Qué quieres que te diga; qué coño quieres que le haga? Dime, que acaso todos los imposibles de este mundo te sean pocos, ¿quieres que me tire del séptimo cielo de tus ojos y me estrelle contra tus senos?, ¿que me vaya y vuelva, por el camino sinuoso que va desde tu ombligo y hasta la cima de tu gloria?, ¿que me parta en ti?, ¿que me haga uno con tus ganas de todo? ¡Dime!

¡Qué bonito es amor!

¡Qué bonito es el amor!; y lo es cuando vamos por el mundo, juntos, tomados de las manos y sentimos que nada ni nadie podrá con lo nuestro; que nada ni nadie podrá a arrebatarnos la llama que juntos somos cuando nos adentramos en la oscuridad de las noches, cuando todo lo encendemos a fuerza de sacar chispas con roce de nuestros cuerpos.

¡Qué bonito es el amor!; sí, qué hermoso es; y lo es cuando tu mirada coincide con la mía, antes y después de cada orgasmo; pero también es bonito cuando nuestras almas se tocan en la madrugada y en silencio, cuando sabemos a ciencia cierta que no estamos solos, que nos hemos hecho con un triunfo, derribando los templos de la soledad y el desespero.

¡Qué bonito es el amor!; y lo es porque nos hace ricos en medio de tanta miseria; y lo es porque nos vuelve una fuente inagotable a la hora de dar, cuando las manos abiertas nos reclaman enteros y en partes. Es bonito cuando estás y cuando no; y lo es cuando no, porque te sé en camino, porque adivino tus pasos hacia mí, cuando la prisa de lo cotidiano nos condena al desamparo.

Rendidos a plena luz

Vamos de estocada en estocada,
que al cabo vamos a caer
rendidos a plena luz
de un sol triunfal que nos hará brillar,
aún en la oscuridad,
de besos conjeturados,
pensados y relamidos,
al calor de una distancia que se esfuma
a causa de versos urgentes
y prosas candentes,
que hacen de las suyas
entre palabras que nos adivinas
más acá de nuestros labios,
lunático y enfurecidos,
sin más tiempo para la entrega,
el uno en el otro,
llamas de nueva hoguera
que nos dará para cantar
y a otros para hablar y rabiar y maldecir,
sin que a nosotros nos llegue,
en este refugio que hemos construido los dos,

fuera de todo mundo,
en nuestro mundo de sonidos,
música y vibración.

Vengo de pensar

Vengo de pensar en tus labios;
en el beso
que precede a todos los besos,
en el beso primero,
en el beso fruto de los excesos,
en el beso enjambre de los deseos,
en el beso epicentro de nuestros temblores,
en el beso bautismo de nuestras lenguas,
en el beso espada a filo de un cortavientos,
en el beso herida
de un cántaro desbordado por nuestras ganas,
en el beso chispa
precursor de todos nuestros incendios,
en el beso zumo del fruto prohibido,
en el beso raíz y copa de nuestras sombras,
en el beso que funda
por nuevos nuestros ardientes labios.

Ya no estás

Llueve, hace frío
y ya no estás. Y la verdad,
aun no entiendo
los beneficios de tu partida.

A veces me da por exagerar
y lloro a moco tendido;
a veces ni para eso me da
y me echo a reír como un condenado.

No sé si es que estoy loco
o si en verdad ya lo he superado.

Pero te pienso;
aún acompañas mis horas
cuando las ganas sacan ventaja
del vacío que ya no te toca.

Entonces,
aprieto mis manos
y le hago justicia,
a tu nombre,
en la hoguera
que enciende mis venas.

Es tu forma

Yo te sé
como yo mismo;
y esto es
un dos por cuatro
de incertidumbres y deseos;
y es también
un verte venir
como tú sabes,
cuándo mejor me sabes.

Y es tu forma,
y es tu esencia,
de quedar en mí,
en partes
y toda tú
como tú misma,
en mis venas,
labios
o sexo,

puñal sombrío
que afilas
en el fervor de tus oleajes.

Un hombre desaparece

Un hombre sentado
detrás de su escritorio
mira una pared en blanco
e intenta pensar en nada.

El hombre desaparece
y nace de entre sus cenizas
el poeta. ¿Qué miras, poeta?
¿Qué cielo te ha despertado?

La pared se ha deshecho
acribillada por mil palabras;
sangra el sentido oculto
bajo la fiebre de lo cotidiano.

El poeta mira al hombre
y el hombre mira a la nada.
Uno de los dos regresará
a un mundo que ha cambiado.

El hombre mira al poeta
y el poeta intuye una lágrima.
¿Dónde la visión de lo eterno;
dónde la mirada enamorada?

El hombre que hasta ayer amó,
en la piel de su sombra amada,
hoy calla y escribe poemas;
entonces, ¿dónde el primer milagro?

El adiós

Un paso tras otro,
luego de venir
del beso final,
con los labios partidos
por el adiós,
llegas hasta ti,
rincón perdido
en el fondo espeso
del propio espejo,
a llorar todas las deudas
del corazón,
adquiridas
a un mínimo precio.

El triunfo del amor

Yo la odiaba
en la suma perfecta
de todos sus defectos;
pero me bastó conocer
tan siquiera una
de sus escasas virtudes
para amarla irresistible
hasta el zumo de su médula.

El triunfo a la regla

Mandas sobre mí,
contra mi faro encendido,
legiones de golpes rojos
en mareas confusas
y, lejos de abandonar mi nave,
viejo capitán de alta mar,
embisto por retaguardia,
en combate disimulado,
haciéndome con tu botín.

Archipiélagos de instantes

A según como avanzan las horas,
sobre archipiélagos de instantes,
la marea de percepciones
aglutina un canto viejo entre sirenas,
contra los acantilados de lo impávido
de nuestras pieles entre unos besos.
Aquí, entre mis manos en ruegos,
rugen despiertos los deseos
en lo cóncavo de nuestros sexos.
Te vas y por siempre quedas,
copla de un revés montado en fuego,
como la noche que huele a orgasmos;
y al amanecer,
tu cuerpo que nace al nombre
se me desborda en pleno verbo.

jueves, abril 09, 2020

A amar llegué

Noches todas aquellas,
donde tu cuerpo como una flor
aromaba con su presencia
la luz primera de nuestras ansias.

Amar yo quise, acaso, a amar llegué,
entre tus brazos una sonrisa
y entre tus piernas amar mejor amé.
Porque del sueño entre tus labios,

amar nos hizo el más bello delito.
Amar amé lejos del lecho, y en secreto,
entre las sábanas de un silencio.
Amar yo quise, acaso, a amar llegué.

Y del amor que en pecho nos rugía
y sexo adentro nos hacía crecer,
con un gesto de adiós no pronunciado
se nos fue alejando entre la noche.

Al alba

De ti me vienen recuerdos
de sábanas empapadas al alba,
de sabores
que se me hacen agua en la boca,
de viernes por noche,
de sábados con olor a vino,
de domingos
que me saben a podrido.

La tarde en tu piel esplende

La tarde en tu piel esplende;
se hace gesto en tu sonrisa y calla.
Por debajo de tu silencio
un ruego hecho deseo te moja
e invade de instinto mi presente.

Todo un animal hecho de fuego
crepita en nuestras miradas
y, de deseo en deseo, nos reinventa
y nos hace misterio y nuevo lenguaje,
para afirmarnos sobre un rayo de luz.

Yo estoy, mi pequeña gacela de viento,
donde tu ardor convoca a las lluvias
y la tierra se abre en surco divino
para el germinal de nuestras pulsiones.
Así, en tu beso se ahoga el crepúsculo.

Improbable

¿Por qué apuntar
hacia el horizonte improbable
de un sentimiento,
cuando la piel vibra ligera
al roce fulgurante de los deseos?
Lejanos y en el límite,
tú cuerpo y el mío se resuelven
en la inspiración inagotable,
en el ritual circular del tiempo
en que tu lengua y la mía
abren caminos entre suspiros,
al filo de un cálido aliento de fuego,
y todo calla para que todo cante.

Lecciones

Postales del año quince,
un mes cualquiera,
de un día de esos,
entre tantos que ya tuvimos.

Tú me esperabas en casa,
tu casa,
la mía,
o la de tantos.
Nos esperábamos.

Éramos íntimos
y tan públicos a la vez;
tan de ánimo destructivo
para con las reglas
de este mundo,
como dos locos
que no encontraron nunca la paz
entre las convenciones
de una sociedad
venida a menos.

Tú fumabas,
y a lo lejos,
el humo dibujaba
en blanca nube
mis deseos,

tus deseos,
o los inconfundibles gestos
de nuestros sexos
cuando la espera
desespera.

Nos entregábamos al vicio de la piel,
cuando la piel
subía al púlpito
y dictaba entre nosotros
los designios de la lujuria
divina y ancestral,
más allá de las palabras,
antigua
como el primer lenguaje:

Lección número uno.

¿Y qué es la noche, amor?
La noche es, amor,
mi beso enredado entre tus cabellos,
el aliento señorial
entre tus piernas,
el orgasmo concentrado,
el gemido liberado,
el final de toda cárcel
para los crímenes del alma.

Lección número dos.

Y el deseo,
¿qué es el deseo?
El deseo, amor,
es palabra incomprensible
sobre el lomo crispado
de la noche
y la envidia de la luna,
cuando los canes de Eros
asolan las madrugadas
dejando
en el umbral
de una iglesia abandonada
el rastro fiero
de un semen inmaculado.

Lección número tres.

Y el amor,
¿qué es el amor
en tus palabras?
El amor es, amor,
el arrepentimiento de última hora,
en la consciencia
de un tirano.
Es el chasquido
de mis dedos
y mi palma sobre tus nalgas,
es el azote sin culpa,
es la ternura

y la empatía
en la penetración anal,
y es lo irrompible invisible
que hace fuerte
los eslabones de tus cadenas.

Sumisa

Hay una belleza singular en lo feo
como hay cierta ternura en la crueldad,
reveses de un único gesto
que pueden romper el alma de un tirano
con tan solo esa fragilidad
natural y divina de una piedra o el agua.

Así tú, filo de mitologías y tragedias,
vienes a mí sometida y sumisa
como acero bautizado por el veneno.

Valiente yo, como el cobarde más inútil,
vengo a tus noches de silencio temido
con un pecho severo y desbordante de brío
a ejecutar la escena, el templo y los besos.

Vengo

Vengo de un tiempo
preñado de tus formas,
donde pensarte es recordar
tu cuerpo todo vestido de mis manos;
donde tus labios me saben a besos
cuando la noche es temblor y ausencia.
Vengo a estrenar,
en el candor de mis horas,
la fiebre eterna de nuestros cuerpos;
porque te espero y te sueño
aún en la rabia de mis desvelos,
atravesando por sobre ruinas los puentes,
cuando tu cuerpo y mi verbo
le prenden fuego a toda distancia
en la quimera de nuestros deseos.

De vez en cuándo

De vez en cuando
vienes a mí a medianoche
y te presentas con tu mejor gala,
toda vestida de poema;
acaricias mi sexo con tus labios
y siento tu cálido beso
como fiebre que me levanta
desde mi propio centro
hasta tu vientre de primavera.

miércoles, abril 08, 2020

En llamas

Hay días en los que asumo
tu proximidad como cosa de la piel;
como cuando me ardes adentro,
quemándome en la intuición
como salto hacia la lujuria,
en el gesto profundo de una mirada;
penetrándonos de ocaso en ocaso,
fundidos en una plegaria,
extendida desde el verbo fuego
hasta la quimera
que de las formas de un recuerdo
recrean la totalidad absoluta de tu cuerpo.
Entonces, beso tu nombre y hago
de tus gemidos mi piel en llamas.

Pero también

                                                               Para Arantxa

Para amar nací, mas no para ser amado.
Pero también nací
para caer en lo profundo de una boca
y naufragar en mil intentos;
para saber si vale la pena,
para soñarte mientras la espera.

Para amar nací, mas no para ser amado.
Pero también nací
para vivir en el desgarro de no tenerte;
para contarte en mis desvelos
los lunares que he descubierto,
cuando a la noche te me haces presente.

Para amar nací, mas no para ser amado.
Pero también nací
para escribirte y describirte a cada palmo;
para aspirar del perfume de tu ausencia
y refugiarme entre tus sueños,
después de venir de sembrarte un beso.

Para amar nací, mas no para ser amado.
Pero también nací
para abrirle un tajo de muerte
al vacío que se empeña en ocupar
el espacio que he reservado
para tu cuerpo, tu mirada y tu sonrisa.

Tu piel me sabe

Veo a la noche
a través de tu mirada
y el cielo me parece un cántaro de luz
pronto a desbordarse en mis labios
cuando tu beso
es el oasis de mis desvelos.

Veo tus ojos
y en tus ojos la noche,
misterio insondable de los gemidos
y toda la fiebre propia concentrada
en una gota de azul veneno,
cuando mis manos rehacen tu cuerpo.

Veo tu piel
y tu piel me sabe
a bendición sin tiempo,
a estrella toda y dispersa
en la constelación de mis ansias
o en la cartografía de nuestros deseos.

Paso de tu ausencia

Paso de tu ausencia
y te invito a quedar en mí
del modo que tú más quieras.
Entonces,
vas y te quedas
en el revés de mis sábanas,
en el costado tibio de la cama
o en el debajo de la almohada.
Vas y te quedas
en los rincones parcos y vacíos
de la cocina o de la sala,
y me asaltas entre recuerdos
y pensamientos, hambrienta
y en celos,
siempre al alcance de tus garras.
Me ardes.
Me quemas en las venas,
en el torrente loco y alborotado,
en la fiebre por tenerte
a cada rato,
y en la nostalgia de mi cuerpo
como definición
de tus besos en mis labios.

A cierre abierto

Si se me cae un poema,
que no sea del bolsillo del pantalón;
que se me escape volando
desde la bragueta y a cierre abierto;

que se alce en vuelo hacia tu boca,
que se haga nido de flor en tus labios,
que el plumaje se te ahogue en agua
y los temblores sean en estallidos.

Si se me cae un poema,
que sea cuando se rajen los cielos;
cuando la jaula sea tu vientre
y el vuelo sea tan hondo como mojado;

que se levante en vuelo y se despliegue,
que su batir de alas te alcance en sueños
y, en el éxtasis de todos tus anhelos,
te lleve hasta la explosión ritual del final.

Nuestra caída

Las mujeres que me han amado
me han visto tropezar y caer
más veces de las que les he rogado;
sin saber en realidad,
si lo mío era amor por el suelo
o un amor demencial por la caída.
La verdad es que no sé
si existe algo llamado suelo
o si hay algo parecido al cielo;
solo sé que tropezar y caer
es el más dulce de todos los besos,
en lo que va y dura nuestra caída.

Me tienes

Me tienes con el pulso acelerado,
con el deseo vestido de piel,
con este hambre de nosotros,
devorándonos a cada instante,
haciéndonos agua, lluvia y vapores.

Me tienes con el pensamiento allí,
contigo y en ti; con la sangre alborotada,
con el sexo irracional e intuitivo,
con las manos agitadas en el vacío
por tomarte por detrás y contra la pared.

Me tienes a las puertas del infierno
esperando la bendición de tu sexo
y en la explosión de todas tus fuerzas,
con mi cuerpo haciéndose parte de ti
en el desgarro de un puñal que te alcanza.

Me tienes a fuerza y pasión descontrolada,
a suspiros que devienen en gemidos,
a palabras ininteligibles que brotan
y me florecen en un vientre en llamas,
en el altivo amanecer de mis ansias.

Me tienes, me rodeas, me cruzas,
me sostienes, me partes, me recreas,
me esculpes, me inspiras, me rehaces,
me sueltas, me agarras, me estrujas,
me pulsas, me comes, me devoras.

Me tienes a regañadientes, embravecido,
potro desbocado sobre tu vientre,
lengua afilada al roce de tu aliento,
señor de tus anhelos y pulsaciones,
de tus pulsiones de muerte pasajeras.

Me tienes destino final y comienzo abismal,
como camino y hogar para tus deseos,
como animal sediento por tu saliva,
como mendigo a las puertas de tu instinto,
como criminal al acecho de tus delirios.

Me tienes, te tengo, y no hay como tenernos,
no hay como ir por nosotros y encontrarnos
en el desborde de las horas sin tiempo,
en abrazo que forja nuestros silencios,
en la soledad que nos huye espantada.

Tu beso adentro

Bajo tu vientre de estrellas,
todas las constelaciones en un beso,
todo el amor en un gesto,
todo el sexo como lágrimas de Venus,
todas las sonrisas por tu entrega.

Bajo tu ombligo de cataclismos,
toda la savia de los excesos,
todos los labios en bocas en llamas,
todas nuestras caricias en mil desvelos.

Bajo tus ojos, tus labios, tus senos,
la historia toda de mi saliva,
la noche íntima que se abre paso
hacia la hoguera viva de nuestra alquimia.

Bajo tus sombras de océanos,
todo el diluvio, entre tus manos y las mías,
y todo tu beso adentro del mío,
pan de mi verdad
y vino de mi renacimiento.

Me juego a ser

Me juego a ser
la revolución de tu lengua
la noche concentrada
en tu boca
el hálito ancestral
bajo tu vientre
la paz y la guerra
en la profundidad de tu sexo
el revés en llama
de tus gemidos de agua
la palabra en avanzada
en el campo rústico de tu espalda.

Me juego a ser
la piedra y el zapato
la espina
y todos tus pétalos
la fuente
y tu sed insaciable
la madrugada
y todos nuestros delirios.

La sangre
la palpitante herida
el beso
tu boca
el verbo
y tu adjetivo.

Si me dejas quedar en ti,
en el caudal que contiene todo mi brío,
seré para ti
todo cuánto las promesas de los poetas
y el poema y los versos
y la magia a través de tu silencio.

He dejado

He dejado de pensar pensándote
suspendiendo todo juicio en mí
y dejándome arrojar a la sinrazón
empujándote conmigo a este delirio.

He dejado atrás mi freno cauto
para hacerme a ti en puro desborde
yendo tras de ti, encima tuyo
buscándote sin importarme la hora.

He dejado mi piel entre tu piel
y mis formas entre tus besos.
Y de tus formas entre mis labios
ha renacido mi beso a los excesos.

He dejado de soñarte al azar
para pensarte aún entre mis sueños
para morder, lamer y succionar
tu sexo cuando me sabe a ausencia.

He dejado a un lado tu harto dolor
para ser al final tu cura definitiva
afilando entre tu lengua y mi lengua
la embestida brutal de nuestros sexos.

Desenfreno y rock and roll

Se me hace polvo la ilusión
de hacerte parte de mi abismo;
cumpliendo con el rito 
de las almas,
llevo mi corazón
afilado como una daga.

El beso más fino de tu enemigo
es la sombra
más desencantada,
el fuego bravo del pasado
y también la hoguera consumida.

De noche cualquier templo arde,
resucitando las promesas incumplidas;
las puertas que creías ya cerradas
se abren dándole paso
a los deseos de la carne.

Las sábanas que hasta ayer
conjugaban las lágrimas de un viejo amor,
hoy se mojan tras la explosión
de todos los orgasmos
bien logrados a tu mal destino. 

Ritual profundo

Usted me piensa
con su mirada que impone distancia,
mientras mi deseo
se deshace entre sus labios,
inevitable.

Yo la pienso
a tiempo completo,
con excepción de bravo instante,
donde mi mano
acaricia su ausencia,
en ritual profundo de fuego en gotas.

Tus labios

Próximo a tus labios,
un suspiro;
caudal de ansias que se precipita
dentro de un beso
a cántaro desbordado.
Vienes afilada,
besos como de navajas,
y me abres todas las heridas;
y del dolor contenido,
haces de una flor los gemidos
en la primavera absoluta
de los sentidos. 

Soy

Soy la ráfaga bestial
que golpea con desmesura tus sombras,
la mano áspera que aprieta
el cuello quebrado de la soledad,
el látigo y el corte profundo,
el salvajismo moderno de las fantasías,
el martillo y la hoz,
la sangre y la puñalada,
el beso encarnizado
ahondando en tu sexo adentro,
tu clamor y mi falta absoluta de piedad,
la embestida y la estocada,
el cinturón y la herida abierta,
el crimen despreocupado
y todas las generaciones desechadas.

¿Dónde el amor de otrora?
¿Dónde el silencio alado, el beso?
¿Dónde el gesto divino
en medio de la oscuridad?
¿Dónde la caricia esperada? ¿Dónde?

Todos los nombres

Son todas las noche la noche, 
tu piel sobre mi piel, conquistando, 
haciendo el amor sin códigos, 
libres como tu puta madre,
como tu maldito padre y como Dios.

Son todas las heridas la daga,
el cumplido sobre el fino hilo de sangre,
tu progenia indigna, tu beso,
la embestida directa al vientre,
tu órgano lingüístico podrido.

Son todos los insultos un merecido,
tu tortura como escena primordial,
el sexo sucio de tu cerebro infecto,
el canto doblado como susurro perdido,
tu palabra como papel manchado.

Son todas las sombras la intención misma,
la hoguera que calla y arde hacia adentro,
la nostalgia de la caricia desconocida,
la letra que con hierro entra y marca,
la enseñanza de haberlo sabido todo.

Son todas las juergas la misma fiebre,
¡salve el error!, la nueva civilización,
los pasos sembrados entre las noches,
el aullido y la humillación como estandarte,
lo que nos falta en medio de lo que sobra.

Son todos los nombres el nombre,
el roce divino en medio de lo profano,
el reencuentro de lo pagano, del humo,
con el único y desconocido nombre Dios,
la sal, el delirio y la infinita reencarnación.

Hasta aquí

Hemos llegado hasta este punto, arrastrados por el deseo mutuo que nos quemaba bajo la piel, en esto de leernos, hablarnos y escucharnos, y...