Las heridas se abren
y el oleaje de melancolía que sudan tus noches
apenas semeja lo que ha sido mi vida a tu lado.
Ya no conviene recordar quién escondió el puñal.
Las heridas se abren para mostrarnos diferentes;
lejanos a esas sombras que dotamos de colores,
para pasar una temporada en el infierno amoroso
de los besos y las lágrimas que nos desbarataban.
¿Cuántos sueños hemos invertidos en amarras?
Todos y ninguno han valido al final esta muerte;
palabras que se nos fueron pudriendo en floreros
cuando la tarde se guardaba los últimos pétalos.
Yo te quería, claro que te quería; tanto como tú
has gastado noches y días amando esto que soy
y no hemos desfallecido en el intento tan pronto
pues teníamos puesta la fe más allá de los espejos.
Comentarios
Publicar un comentario