Muérdeme

Muérdeme sin piedad; que lo que hasta ahora era llamado dolor, por ti será rebautizado como placer. Muerde y desgarra cada uno de mis antojos de ti y quédate con mis deseos entre los dientes. Hazme sentir que el infierno también sabe a besos con ardor eterno.

Muérdeme sin contemplación alguna; que tus labios encubran el más bello delito de amor jamás cometido. Muerde a discreción y sin el más mínimo gesto de devoción; y que la piel toda se me encienda con tu saliva y no me dejes caer en la tentación, donde tus labios me hieran de ausencia.

Muérdeme las palabras aún antes de nacer y no me dejes caer al ruego, desde la punta de mi lengua, y hazte con mi saliva entre tus piernas o quédate con mi alma toda, en las profundidades celosas de tu sexo. 

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