La tarde en tu piel esplende;
se hace gesto en tu sonrisa y calla.
Por debajo de tu silencio
un ruego hecho deseo te moja
e invade de instinto mi presente.
Todo un animal hecho de fuego
crepita en nuestras miradas
y, de deseo en deseo, nos reinventa
y nos hace misterio y nuevo lenguaje,
para afirmarnos sobre un rayo de luz.
Yo estoy, mi pequeña gacela de viento,
donde tu ardor convoca a las lluvias
y la tierra se abre en surco divino
para el germinal de nuestras pulsiones.
Así, en tu beso se ahoga el crepúsculo.
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