A los relámpagos


Éramos a los relámpagos...
ángeles sobrevolando las pieles
como temerarios nada sutiles
partiéndonos contra la tierra.

Ni a luz ni a oscuridad, la noche
exhalaba de nosotros... todo.
El cielo solo era un límite
ardiendo a nuestros pies.

No había nada de secretos
ni misterios... Los gemidos
apagaban la sed de los desiertos.

Éramos, ni bien acabábamos,
de todos los días y las noches
la continuidad y los ciclos...

Éramos, a los relámpagos vivos,
solo un par de ángeles caídos.

Éramos un suspiro de eternidad,
en el ronco espasmo del orgasmo.

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