Soy el hastío



Mientras ese desahuciado intento
de astro titilante brilla allá arriba,
aquella triste y fascinante mariposa
de la noche
revolotea más en mis padecimientos,
que en los campos luminiscentes
del entendimiento.

Las calles,
inflamadas de vacíos peligrosos,
vomitan perros hambrientos
tras saturarse con la rabia del transeúnte.

Dos inmesas columnas
como abismo
se proyectan
desde una vagina enferma
que todo lo traga,
que todo lo olvida.

Yo, desde la distancia más próxima,
soy el hastío en hervidero
dentro del ser
que observa con indiferencia a la muerte.

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