Hay días en que el cuerpo pesa, y pesa mucho,
montañas de escombros para tan solo un alma.
Y esta insistente sensación de andarse a pecho abierto
o a pulmones arrugados ya sin capacidad para tragar más aire.
Esta ebullición de la sangre
en las venas mismas, en los sonidos sordos
como de un millar de gusanos
que comienzan a provocarme arcadas de nada.
Gigantescos gusanos o serpientes retorciéndose
en las superficies laterales y externas
de los órganos vitales y la membrana del cerebro...
quemada, seca e irritantemente ausente.
Y este vacío... creciendo inexorable
en un corazón harto de sufrir por todo.
Las metáforas se me desvanecen
como por licuado de palabras, de anti-palabras
y el pensamiento estalla
sin dar lugar a tregua a ser pactada
aunque no más sean
tan solo entre suspiros breves y estertores.
La razón me abandona a desgano de ser.
¡El antiguo juicio me abandona!
me deja arrojado en mi propio abismo.
Ni el remoto amor me salva, ni la esperanza:
"-¡Soy un homo post moderno!"
He aquí el desgarro total y radical.
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