Solo me queda adivinar
el secreto tras sus ojos;
sea cuando amanezca,
o bien cuando se vaya.
Pero
ella no sabe irse, después del adiós.
Se queda amarrada
en el revés de mis versos
a riesgo de quedar para siempre
sostenida a una lágrima escrita.
Ella no quiere irse, después del adiós.
Al quedarse siendo poema
canta, grita y llora silencios.
Yo le sé por debajo de mí,
donde su verbo me quema.
miércoles, febrero 12, 2014
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