Él dijo: -Prometo hacerte sufrir solo un poquito;
el resto... es el tiempo entre tu felicidad y la mía.
Ella calló y bajo la cabeza
como si el tiempo fuera una lluvia de piedras.
Sabía muy dentro suyo que el tiempo venidero
era solo un dolor de mutilaciones quirúrgicas
y que el verdadero padecimiento
era solo un reloj estropeado parecido al infierno.
Yo vi crecer entre auroras
un jardín de lágrimas rojas.
El tiempo ya no era tiempo;
y el dolor era un surco vacío
profundo como sus penas...
Los espejos eran una sucesión de golpes secos
maquillando los artificios de una retórica muerta.
Él decía un "te quiero"; ella callaba un "me muero".
miércoles, febrero 12, 2014
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