Solo tengo este cariño cuajado a flor de piel
como herida que luce fieramente un guerrero
tras las sombras avivadas de un adiós abatido.
La hora del desarme suena hondo... Es la paz,
volverse de cara al olvido... y continuar solos
dando trancos a ciegas, a la vera de la noche.
Yo le abría tajos a la ausencia... furiosamente.
Ahora tengo que zurcir abismos desangrados,
cada vez que el silencio... me repite tu nombre.
domingo, febrero 16, 2014
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