Qué difícil es mantener el silencio
cuando eres tú quien lo rompes
y te llegas hasta mí, arrolladora,
como aguacero de pleno enero.
Callo; pero me quedo mordiendo
la palabra como hierro candente
o como la savia amarga del árbol,
entre un decir y un dejarme morir.
Te escucho quebrar la ausencia;
dejándome envolver por tu voz,
como si fueras un verbo en llama
incinerando vestigios en mi carne.
lunes, marzo 17, 2014
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