Ahogarme en tu veneno
no fue tanto;
mas me hubiese gustado
beberlo todo
si tu piel negra era el cáliz
concentrado de las noches.
Yo ahondaba en besos
donde la luz no se atrevía a llegar.
Te confundía con el deseo oscuro,
y con la sombra lujuriosa que huye
del amanecer, cuando el orgasmo.
Tu boca abierta
se tragaba los abismos
mientras, al filo de tus labios rosas
se estrangulaban las lluvias
los ríos, el rocío y el mar...
La tempestad era un temblor
en la penumbra de los gemidos.
jueves, marzo 06, 2014
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