Teníamos el cielo copado de incomprensiones
de heridas mal curadas, de errores incurables;
teníamos las noches y los días todos contados,
por el cuantagotas de las decepciones pasadas.
Nuestro infierno era frío y poblado de soledades
nuestros gestos no se hallaban ni en las sombras
ni en los silencios... ni en los recuerdos poblados
por las añoranzas de nuestros cuerpos mutilados.
Éramos tan extranjeros el uno del otro... y en sí
que ni los espejos se extrañaron de vernos solos
con las miradas ya cansadas de tantos abandonos
en los pliegues indignos de nuestras horas todas.
jueves, marzo 06, 2014
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