Hoy, definitivamente,
podríamos estar más tristes que un centauro,
y sin embargo, la alegría ha podido aún más.
Ella ha llegado abriendo, a pechos desnudos,
el cielo inmaculado... de todas nuestras culpas.
Hoy, definitivamente,
la noche podría haber vestido su piel fluorescente
pero no ha podido, luego de agotarse en un suspiro.
Ella ha dinamitado todas y cada una de mis partidas;
me ha dejado a un margen, equidistante, de todas mis amarguras.
lunes, marzo 10, 2014
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