domingo, noviembre 30, 2025

XVIII. LOS SILENCIOS


Las palabras son apenas un temblor,
una sombra que intenta recordar tu piel,
y los silencios, oh los silencios,
esas grietas donde respiro lo que callas,
donde el deseo tiene voz y no la tiene.

Te pienso en el umbral de la penumbra,
cuando el aire se adensa y el alma arde,
y el cuerpo, aún sin tocarte,
sabe el ritmo exacto de tu pulso,
el fuego que avanza bajo la ropa.

Si me vieras en esta soledad de ternura,
con la mirada encendida de esperarte,
sabrías que en cada palabra que no digo
hay una caricia suspendida,
una confesión que se desnuda sin pronunciarse.

Porque el amor, cuando es verdad,
no necesita del mundo para arder:
basta el roce de tu nombre en mis labios,
la intuición de tu voz entre las sombras,
para que todo mi ser se vuelva incendio.

Y entonces comprendo, amor mío,
que las palabras, lo mismo que los silencios,
desangran fantasmas sin tiempo,
y que en cada herida de ese desangre
renace tu eternidad sobre mi deseo.

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