Un beso en el aire suspendido,
como recién horneado, caliente,
frágil al tacto y a la saliva,
llama que se ofrece y no se entrega,
pan de una boca que aún no muerde.
Así te pienso, mujer y presencia,
hecha de aroma, de aliento y fiebre,
de esa materia leve del deseo
que tiembla antes de hacerse carne,
como un secreto en la lengua del aire.
Te respiraría sin tocarte,
sólo para oír el temblor del perfume
que de tu piel asciende al alma;
te bebería en esa frontera
donde el gusto es plegaria,
y la boca, altar que nos consagra.
Ven, que el beso aún flota entre de nosotros,
ardiendo, tierno, suspendido;
deja que lo recoja mi palabra,
que lo amase mi voz sobre tu nombre,
hasta que el aire mismo se derrita.
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