Me gustas cada vez más, como si desde siempre,
hubiese sabido el pulso de tu alma,
la hondura exacta donde nace tu temblor,
la música secreta que precede al beso.
Hay algo antiguo en tu mirada:
una llama que me recuerda a mí mismo
antes de existir,
cuando el deseo era aún un pensamiento de los dioses.
Te acercas,
y el aire se vuelve ceremonia,
mi voz, incienso;
tu piel, la página donde el mundo reescribe su sentido.
No hay principio ni final en esta entrega:
solo un perpetuo comienzo,
una cadencia que regresa sobre sí
como el mar sobre su nombre.
Porque me gustas cada vez más,
como si desde siempre,
hubieras estado en la quietud de mi espera,
en la forma de mis manos buscando su destino,
en la promesa que antecede a toda carne.
Y cuando al fin te toco,
siento que el universo respira despacio,
que el tiempo se inclina ante nosotros,
y que amar —en ti—
es recordar lo eterno.
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