A ver cómo le hago ahora
para irme sin alertar a la sangre sobre mi herida,
sin que el pulso del recuerdo me delate,
sin que mi sombra tropiece con tu nombre.
He ensayado la calma en los espejos,
pero el temblor me conoce de memoria;
cada palabra que intento olvidar
vuelve hecha ceniza a tocarme la boca.
A ver cómo se arranca un latido
sin que el pecho se quede hueco,
cómo se entierra una voz
que aún respira entre mis huesos.
No hay mapa que me saque de tu cuerpo,
ni ruta que no pase por tu ausencia;
cada paso que doy es una pérdida,
cada silencio, una despedida.
A ver cómo le explico al alma
que lo que duele no es la partida,
sino el eco de lo que fuimos
rebotando, intacto,
contra la pared del tiempo.
A ver cómo le hago ahora
para irme sin que me sigas sangrando,
sin que el aire —que aún sabe a ti—
me devuelva al principio.
Porque todavía, amor,
cada vez que cierro los ojos,
tu adiós me grita desde adentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario