domingo, noviembre 30, 2025

X. EL INSTANTE Y LA LUZ


Amar tu cuerpo
es comprender el lenguaje del infinito,
entender que toda carne
es un mapa hacia la divinidad.

Tus ojos,
calmos como la distancia,
me devuelven la certeza de estar vivo,
de que el alma también respira
cuando el deseo la nombra.

Cuando tu cabello cae sobre mi pecho,
el mundo respira en silencio;
todo parece detenerse
para escuchar el diálogo secreto
entre la sangre y el cielo.

Tu presencia
tiene el sabor de lo irremediable,
la dulzura de lo que no se puede huir:
un eco que me llama
desde el principio del tiempo.

Eres el instante exacto
donde el alma recuerda
que también desea.
La forma humana del milagro,
la eternidad vestida de fuego.

En ti,
el amor ha aprendido a ser lenguaje,
y el deseo, plegaria.
Nada nos pertenece
y, sin embargo,
todo —la respiración, la sombra,
el temblor—
se convierte en nosotros.

No hay final posible
cuando la luz se reconoce en la piel.
Solo el silencio después del beso,
y ese resplandor que queda
cuando el fuego ya no quema,
sino que ilumina.

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