Tal vez no sea
un absurdo empecinamiento
tal vez sean
los más nobles deseos de ser felices
los que nos llevan
los que nos me llaman...
Pero, ¿hemos de hacer oídos sordos
a todos los llamados del corazón?
¿y qué nos queda de no soñarnos
sino tan solo secarnos de realidades amargas?
No es que me niegue a lo que nos toca
es más bien, que se me antoja
soñarnos libres de toda traba y obstáculo
de todo miedo, y de toda duda o recelo vano.
Saltar, en fin, tranquilamente y sin mirar
al fondo negro de todo abismo... sea este
de tiempo o de distancia, pero abismo al cabo.
¿Está mal amar, soñar e intentarlo? Quizás
pero, ¡qué amargo es... el no intentar nada!
martes, mayo 20, 2014
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