Más de una vez
y dejé crecer alas entre mis dedos;
nubes que se posaron en mis ojos
y sueños que se me hicieron carne
en el compás lunático de los versos.
Sí; resaca de noches de algarabías
templaban un dulce oído de bronce
cada vez que mi voz afilaba en roce
los pétalos huraños de un desamor.
Sí; los ríos nacían de cántaros rotos.
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