Final abierto
Caer no es caer, es la intuición misma de la muerte
en lo más próximo y cotidiano;
es saber que estrellar los labios contra sus besos
bien pudiera ser un suceso en su boca de historias con final abierto.
Amar no es amar -para mí-, sino el riesgo de perder mi porción de cielo,
en la inmensidad azul de su mirada que todo lo abarca; que todo lo incendia
con llamas surgidas desde los fondos mismos de mi propia existencia,
sin más efectos colaterales que los de perderme a mí mismo, sin más.
Esperar por ella, es saberse la ración de aire que desafila una navaja;
una gota para saciar la sed de los desiertos más hondos de la esperanza;
un deshacerse al ritmo de un cuentagotas estropeado por el tiempo;
un reloj de arena que gira sobre su eje tantas veces como una veleta;
es no vivir, creyendo que vivir es esa constante dentro del sufrimiento.
Pero sentirla, amigos, es remontarse en las olas en plena tormenta,
y descubrir que los golpes contra las rocas de un acantilado son nada,
cuando su sexo de amanecer acontece abierto sobre mi sexo en despunte;
cuando la calma se rompe en una flor de sentencia y mis nubes de semen
inaugura sobre su cuerpo de esponja, mi último diluvio como entrega.
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