Esa mujer



Esa mujer, ¡ay, esa mujer!;
por largo tiempo me hizo creer,
que era suyo el poder
sobre el centro mi voluntad.
Pues, ¡claro!, algo tenía su sonrisa;
¿cómo iba a ser de otro modo, si no?
Yo dejaba lágrimas, sudor y vida,
solo porque me dejara verme
en el detrás de su mirada,
donde cada verbo ardía
al compás furioso de sus latidos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

RELIGARE

UN SENDERO ESCULTOR

LA HISTORIA DEL HAMBRE