Y yo que quebraba sus lágrimas con una sonrisa de bolsillo sin fondo,
¿adónde voy a encontrar ahora una sonrisa de aquellas,
que me congele y quiebre la tristeza de un solo beso?
De donde vengo, la gratitud se paga en ocasiones hasta con la misma vida:
-¿Y de que vale la vida misma,
sin un gesto que todo lo rehaga?
Cuando la conocí, llevaba un vestido tan blanco como mi cerebro,
y unas ganas locas de inundar el cielo con sus penas;
pero tras mucho desandar mi propia angustia,
encontré en su mirada el poder para transformar a una flor muerta
en un paraíso lleno de manzanas para morder a gusto, entre sus senos.
Cuando se fue, volví a andar sobre alfombras bordadas de espinas,
con los bolsillos llenos nuevamente de sonrisas explosivas,
por si me daba de frente en los caminos
con otra niña semejante en calibre y precisión para el desastre.
miércoles, febrero 04, 2015
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