Éramos
no éramos arcilla del mismo árbol;
ella solo habitaba en rutas sin destinos,
por donde yo nunca asenté suelas de viento.
No éramos puentes ni encrucijadas;
mas éramos temblor y quiebre;
y zanjas; y heridas; y hondos abismos
desangrando en interrogantes.
A veces éramos el revés de un pronombre;
y otras veces,
solo éramos el resonar de algunas palabras,
para olvidarnos hasta de nuestros nombres.
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