Desde que mi nido echa luz, pájaros cielos han venido. Besos como chispas a mis días, como fulgores incandescentes o como sueños encendidos, en las hogueras de sus labios. Hoy la he visto por vez primera, y desde ahora, es lo único que quiero seguir viendo. Contemplación del instante, su sonrisa dejando huellas en mí, para encontrarla cada mañana, cuando mis ansias esgriman su nombre. Anulación de la ausencia, su presencia. Totalidad que preña mis manos en la conciencia de saberla cerca, adentro, distante del universo, y cada vez más azul entre mis alas. El nacimiento del amor o mi renacimiento. Cántaro desbordante de ilusiones, como cuando desde lejos, el horizonte traiga a mi pecho su hondo latido, entre los rumores de las aguas de un río. Tiendo un puente, de lado a lado, con las semillas de mis nuevos pasos, para atravesarlo y llegar hasta su orilla, o para hacerme piedra alegre y viva, entre sus saltos planetarios y sus labios.