Yo jugaba
en el filo agudo de sus dientes
cuando dejaba, por momentos,
su boca entreabierta.
Yo había sobrevivido
a otros eminentes peligros del amor
¿y qué podía implicarme...
enamorarme otra vez y caer?
Solo el cielo era el límite
y los altos anhelos... eran todo.
Yo jugaba... imaginaba mundos
por conquistar y besar.
Su cuerpo entero
cartografía para emprender el vuelo;
su ombligo mi brújula
y sus senos mis luceros;
todo, absolutamente todo
era una invitación para el encuentro;
para mirarnos tras los ojos
y hablarnos en las miradas.
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