Nunca hubo lluvia que no inundara su mirada
ni cuartos deshabitados por la desesperación;
así la conocí... con esos párpados de lágrimas
y una voz... que se ahondaba en los infiernos.
Sus palabras empapelaban de blanco las mías
cuando asistíamos al festín del silencio mutuo
con el verbo de sangre flotando en el espacio.
Ella, afilaba su sonrisa de navaja en mis labios.
sábado, abril 05, 2014
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