FRUTO SAGRADO

Debí inclinar la mirada de carne
y aceptar el reto de la tierra,
salvar el alma del barro 
y humilde arrojarme al fuego.

Mi mano extiendo al hombre,
al sol echo la historia del cuerpo,
acaricio el blanco semblante, 
y a la memoria en desgaste beso. 

Hijo del verbo fui, y más tarde 
padre de una esperanza nueva, 
sombra de un vuelo y cóndor,
alta montaña y sagrado fruto.

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