A según como avanzan las horas,
sobre archipiélagos de instantes,
la marea de percepciones
aglutina un canto viejo entre sirenas,
contra los acantilados de lo impávido
de nuestras pieles entre unos besos.
Aquí, entre mis manos en ruegos,
rugen despiertos los deseos
en lo cóncavo de nuestros sexos.
Te vas y por siempre quedas,
copla de un revés montado en fuego,
como la noche que huele a orgasmos;
y al amanecer,
tu cuerpo que nace al nombre
se me desborda en pleno verbo.
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