y el nazareno nos enseñó a resucitar
y tuvimos que andarnos con mucho cuidado
por si los amantes de la muerte
nos denunciaban
tuvimos que aprender
a hacer de nuestras cenas, la última cena
y convidarnos entre sí
y devorarnos, el uno a la otra y viceversa
tuvimos que buscarnos
entre los olivos
cuando la oración final
eran nuestros cuerpos
y no éramos más que maestros y discípulos
unas veces uno; otras veces la otra
indiferentemente.
domingo, abril 20, 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
LA CARROÑA
Dios me libre de esos feligreses que vienen de ser carroña asquerosa, que liban a diario los jugos pútridos del verso malogrado ...
-
Arthur Fleck escribe en su bitácora de bromas, reflexiones y desatinos, el simulacro de un poema que, como nunca ni nadie, me...
-
Vos recogiste con ternura pedacitos de mí por todas partes y me volviste a armar nuevamente, hombre, barro y voz, en tu mirada; y me hici...
-
Mientras ese desahuciado intento de astro titilante brilla allá arriba, aquella triste y fascinante mariposa de la noche revolotea más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario