Me sigo yendo
Todos queremos habitar mundos menos hostiles
y nos refugiamos,
presas del disgusto por todo,
en el punto cero,
entre lo que es y lo imposible.
Ninguno de nosotros es un cordero,
pero ¡qué bien nos queda ese traje!
Antes, solía mirar con cariño
todo cuánto me rodeaba y se movía.
Pero ahora, ya fue, estoy cansado.
Dejé el cariño para habitar
en el imperio magno de mi amada
y en el corazón nutrido de mi hijo;
me sacudí del resto, de todo el resto,
porque el resto no es más que eso, resto.
Construí una caja,
tamaño piscina olímpica,
con los cadáveres de mi pasado;
allí alojé los cumplidos
y palmaditas en la espalda,
lo que siempre se da
porque se creer que se está pidiendo.
Lejos de allí, ausente de todo,
empecé a escribir árboles
y a plantar hijos en los libros;
maté al hombre y parí al poeta.
Ahora me voy, y a pesar de todo,
me sigo yendo.
Hijo, amada, poesía qué más.
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