Me sigo yendo
Todos queremos habitar mundos menos hostiles y nos refugiamos, presas del disgusto por todo, en el punto cero, entre lo que es y lo imposible. Ninguno de nosotros es un cordero, pero ¡qué bien nos queda ese traje! Antes, solía mirar con cariño todo cuánto me rodeaba y se movía. Pero ahora, ya fue, estoy cansado. Dejé el cariño para habitar en el imperio magno de mi amada y en el corazón nutrido de mi hijo; me sacudí del resto, de todo el resto, porque el resto no es más que eso, resto. Construí una caja, tamaño piscina olímpica, con los cadáveres de mi pasado; allí alojé los cumplidos y palmaditas en la espalda, lo que siempre se da porque se creer que se está pidiendo. Lejos de allí, ausente de todo, empecé a escribir árboles y a plantar hijos en los libros; maté al hombre y parí al poeta. Ahora me voy, y a pesar de todo, me sigo yendo.