He soñado con una gramática
que prescinde de la luz antes de la palabra,
una retórica que enhebra
los días con las noches,
el mar con la tierra,
las bestias con el hambre y la sed.
Lo he soñado y, al despertar,
todo lo que ayer me parecía caos
revela en cada cosa su delicada costura:
el zurcido secreto, el pliegue inevitable,
la vista al frente para el animal de razón,
al suelo para los carroñeros,
y hacia atrás para quienes conocen
el origen y la herida de lo divino.
Todo era, en ese sueño, perfecto:
vertical, arriba como abajo,
pero también adentro como afuera,
erecto, soberbio, hálito del Creador,
que sube como desciende,
que calla y en todo se revela,
como la verdad en un libro de arena
que la luz escribe y borra,
pero jamás desmiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario