Ella, animal de bordes afilados
y saliva que ahoga el verso, el poema,
mis dedos, mis manos y mis deseos;
como el mar que, antes de abrir los ojos,
se estira hasta tocar el sol y bosteza
como si no hubiera amado
antes de la tormenta;
como cuando las olas sin nombre
le esculpieron el primero en la espalda,
sobre la arena y en su boca.
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