Nuestras voces comulgaban
esteros, mares o lagunas;
recreábamos los ríos
y nos dejábamos desbordar en océanos.
Huíamos de los reparos
prestos a renacer bajo las lluvias.
Nos secábamos
nos hacíamos piedra
bendecíamos los espacios y el silencio
y nos cultivábamos desde los sueños.
Nos callábamos
nos hacíamos desde la ausencia
y nos buscábamos en los vacíos.
Yo sé que éramos imposible
como lo son los cuencos de las manos.
jueves, mayo 15, 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
LA CARROÑA
Dios me libre de esos feligreses que vienen de ser carroña asquerosa, que liban a diario los jugos pútridos del verso malogrado ...
-
Arthur Fleck escribe en su bitácora de bromas, reflexiones y desatinos, el simulacro de un poema que, como nunca ni nadie, me...
-
Vos recogiste con ternura pedacitos de mí por todas partes y me volviste a armar nuevamente, hombre, barro y voz, en tu mirada; y me hici...
-
Mientras ese desahuciado intento de astro titilante brilla allá arriba, aquella triste y fascinante mariposa de la noche revolotea más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario